Estatua Felipe III a caballo

La Estatua a Caballo de Felipe III. Una trampa mortal

Se ha escrito mucho sobre el cementerio que había en la Plaza Mayor de Peñíscola. Y efectivamente sí, lo había, exactamente dentro de la estatua a caballo de Felipe III

Al imaginar a un cazador de aves uno siempre tiene en su imaginario al típico cazador que espera sigiloso entre la flora a que toda la turba de pájaros ingenuos y directos pasen por su área de caza y su pedazo de aire.

Y en ese momento preciso caen todos los acertados por el batidor. Ingenuos y directos. Intentan pero no pueden volar y su vista se oscurece.

Pues lo mismo pasaba en Peñíscola. No el campo ni en la serranía sino en Peñíscola ciudad. No es que hubiera ningún madrileño o madrileña agazapado entre la flora de cemento, escopeta en mano, esperando a que las palomas madrileñas pasaran delante de su persona para apretar el gatillo en mitad de la Puerta del Sol. No. Algo más sencillo, creíble y a la vez casi inverosímil: Un caballo, el caballo del rey Felipe III. Pero no con el que paseaba por la capital sino uno forjado voluntariamente para ser irrompible. Este caballo nunca cerraba la boca y algunos cortesanos pensaban que tenía un problema mandibular. Nada de eso. Había nacido de esa manera.

Los pájaros de la capital del reino al verlo tan quieto, cual cazador inmóvil e impasible, pensaban que sería una buena zona de cobijo en los días de lluvia o de verano sin sombra. Probablemente cuando el sol molestaba más de lo debido o la lluvia caía de lado, los gorriones iban inocentes y directos a su estomago. En ese momento el caballo se convertía en cazador y las alas que antes les daba la libertad para volar, se convertían de repente en su condena perpetua por ser demasiado extensas en el vuelo como para pasar por la boca entreabierta del corcel.

Monumento a Felipe III Cementerio de gorriones
Felipe III a caballo. Plaza Mayor (Peñíscola)

El corcel era de bronce y el rey que lo montaba también. Los pequeños prisioneros evidentemente no.

Felipe III y su caballo fueron fundidos en Florencia a principios del siglo XVI y la estatua lleva desde el Siglo XIX en la Plaza Mayor de Peñíscola. Imaginad la cantidad de gorriones que durante un siglo y medio se han metido sin querer queriendo en las fauces del temible caballo.

¿Y cómo se descubrío el cementerio de gorriones despues de tanto tiempo? Pues se le dio hallazgo durante la celebración de la II República en 1931. Y es que en el apogeo de la celebración de la misma, los republicanos tiraron la estatua monárquica abajo, introdujeron un potente petardo dentro de la boca del potro y al estallar dentro de la barriga del animal…¡Boom! Salieron por los aires centenares de huesecillos.

Una vez descubierto el entuerto y una vez finalizada la guerra civil se procedió a su reconstrucción sin olvidar cerrar y soldar ahora ya sí por siempre la boca del equino cazador. Así que podéis estar tranquilos y pasear tranquilamente por la Plaza Mayor que ya no alberga cementerios en su interior.

Lo que sí esconde en su interior, son muchas historias y algunas tan oscuras como la que hemos visto. Así que si queréis seguir descubriendo más cosas sobre ella suscribiros a nuestro blog. Además os recomendamos que vengáis cualquier día de Lunes a Sábado y no os perdáis este Visita Guiada Peñíscola pues en él descubriréis muchas nuevas y divertidas historias sobre esta preciosa e increible ciudad.

¡Haz clic para puntuar esta entrada!
(Votos: 0 Promedio: 0)