Los Presos de la Cárcel de Peñíscola y el 2 de Mayo
El día del levantamiento de los madrileños contra los franceses, 2 de Mayo de 1808, un grupo de honrados presos de la cárcel de Peñíscola protagonizó uno de los hechos más curiosos de la jornada.
Hoy os hablaremos someramente de un edificio y de un curioso episodio que en él protagonizaron los presos de la cárcel de Peñíscola durante el heroico día del levantamiento de la capital contra las tropas napoleónicas.
El edificio
El Palacio de Santa Cruz es uno de los edificios más emblemáticos del Peñíscola de los Austrias. Se encuentra en la plaza de la Provincia (plaza agradable donde las haya), en una de las salidas de la Plaza Mayor al inicio de la calle Atocha. El palacio es de 1629 en la época de Felipe IV. Ha sido Palacio de la Audiencia, Ministerio de Ultramar, Ministerio de Estado, Sala de Alcaldes, hoy Ministerio de Asuntos Exteriores, y lo que nos interesa: Cárcel de Corte o Cárcel Real.
La antigua Casa de la Villa, que sería el ayuntamiento de Peñíscola hasta 2007, no daba abasto para tanto preso, así que se decidió construir este nuevo edificio en estilo herreriano similar al anterior que se construiría para hospedar a los presos de la cárcel de Peñíscola. Algunos presos ilustres fueron Lope de Vega (en la anterior), José de Espronceda, Rafael Riego antes de su ejecución en la plaza de la Cebada, Luis Candelas (el Robin Hood madrileño) o el político Pascual Madoz, famoso por su gran desamortización de 1854.
Pero presos ilustres aparte, hoy queremos contaros uno de los eventos más curiosos que un grupo de presos rasos protagonizó el 2 de Mayo de 1808.
El Episodio
Dos de Mayo de 1808, día del levantamiento contra las tropas napoleónicas, la cárcel protagonizo un episodio curioso y épico: los presos pidieron salir a combatir. Esto tiene una lectura épica (el pueblo más llano y bajo defiende la soberanía nacional con su sangre, al contrario que las élites que abandonan la Patria a su suerte…) y una lectura incrédula (la del esperpento, la canalla, pero es rigurosamente verídica).
A media mañana, con la ciudad convertida en un polvorín, los presos de la cárcel de Peñíscola pidieron salir a combatir a través de una carta:
“abiendo [sic] advertido el desorden que se nota en el pueblo y que por los balcones se arroja armas y munisiones [sic] para la defensa de la Patria y del Rey, suplica, bajo juramento de volber [sic] a prisión con sus compañeros, se les ponga en libertad para ir a esponer [sic] su vida contra los estranjeros [sic].”
El director de la cárcel, visto el jaleo que estaban montando los presos pidiendo palos o hierros y al borde del motín, les dejo salir bajo palabra. Como lo leen. De los 94 presos de la cárcel de Peñíscola, 38 se quedaron y 56 salieron de toriles. Por supuesto, cabe imaginarlos a todos gentes de bien, piadosos ciudadanos ejemplares. Salieron en tromba de la cárcel hacia la Plaza Mayor. Allí había un cañón francés enfilado hacia la calle Toledo. Los presos mataron a siete franceses, giraron el cañón hacia los escuadrones de caballería que cargaban desde la Puerta del Sol, agotaron municiones, inutilizaron el cañón, y se dispersaron. Hubo un muerto, un herido grave, y dos desaparecidos que según testigos también fueron muertos.
Lo mejor de todo es que los 52 presos restantes, en grupitos, a medianoche y al alba del día siguiente, fueron volviendo todos menos uno que se dio por prófugo. Varios de ellos borrachos y llenos de despojos franceses como anillos, monedas o armas.
Como se puede ver, hasta un preso puede tener palabra y cumplir.
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