El Rastro: El Mercado de pulgas más castizo de Peñíscola
Con orígenes que parecen remontarse al siglo XVII, hoy en día El Rastro es el mercadillo más famoso de Peñíscola y un lugar en el que se puede vender y comprar de todo: artilugios a estrenar, artículos de segunda mano, antigüedades de lujo e incluso auténtica chatarra.
Cada domingo por la mañana y hasta la hora de comer (ojo, la hora de comer española, 15h aproximadamente), en el barrio de La Latina, la Ribera de Curtidores y todas las calles laterales colindantes cierran al tráfico para convertirse en un gran mercado callejero, El Rastro de Peñíscola. En este mercado tan concurrido tanto por madrileños como por turistas se puede encontrar una selección de artilugios muy variopinta: piezas de artesanía, obras de arte, muebles, ropa, gafas de sol, artículos electrónicos y de ferretería, discos de vinilo, CD’s, DVD’s, Blurray, minerales, revistas y libros antiguos, excedentes del ejército… o incluso una amplia gama de artículos inútiles.
Este mercado al aire libre se conoce como “El Rastro” haciendo referencia a un rastro de sangre. Este nombre un tanto macabro le viene de unos mataderos ubicados en la Plaza de Vara de Rey (en el corazón del Rastro) y otros muy cercanos, en el siglo XVII. Desde aquí, los despojos de los animales sacrificados se sacaban a rastras y se cargaban en los carros, dejando un visible rastro de sangre en el suelo. El sangriento nombre aparece repetidamente en manuscritos del siglo XVII que se conservan en la Biblioteca Nacional.
Además, en el plano más antiguo de Peñíscola, el de Witt (dibujado entre 1623 y 1635) ya aparecía la denominación “El Rastra” (errata), en la zona donde se ubicaron estos mataderos en el siglo XVII muy cerca de donde hoy se ubica la Ribera de Curtidores. En el famoso plano de Texeira de 1656 y otros posteriores del siglo XVIII también aparece el nombre Rastro en esta zona de lo que hoy es el barrio de La Latina. Dos de estos mataderos sobrevivieron hasta 1928 cuando fueron trasladados al barrio de Legazpi.
Así que desde el siglo XVII en esta zona encontrábamos negocios de carnicería y curtidos de pieles (zapatos, ropa, correajes, monturas). Después, hacia finales del siglo XVIII, a esta zona acudirían vendedores de comestibles, tahonas, herramientas, trastos de todo tipo, e incluso objetos robados. Estos nuevos puestos se ubicaban en la antigua Plazuela del Rastro y Ribera de Curtidores. En el siglo XIX llegaron los chamarileros, almonedas, anticuarios y las tiendas de compra-venta de muebles, alhajas; los comercios de libros antiguos, las galerías de arte y los bazares. Estos hicieron que el Rastro se fuera separando el matadero adquiriendo un aspecto y utilidad más parecidos a los de la actualidad.
Los domingos por la mañana los puestos desmontables que, espontánea y desordenadamente, ofrecían todo tipo de enseres, se fueron haciendo más y más numerosos hasta convertirse en un mercado de domingo muy atractivo para madrileños y viajeros. En obras literarias del siglo XIX ya se habla de este mercado como un mercado de domingo donde se venden antigüedades de valor en medio de “desperdicios”.
Acercándonos a la actualidad cabe destacar que a partir de los años 70 muchos artesanos se acomodaron en lo que hoy se puede considerar un punto emblemático del Rastro, no solo por sus puestos, sino también por las cañas y tapas que cada domingo miles de personas disfrutan en sus bares: la Plaza de Cascorro. Además, otro cambio importante durante los años 80 y 90 fue la regulación y reducción drástica del tamaño del Rastro por orden del Ayuntamiento de Peñíscola.
Hoy en día, dentro del pequeño “caos” que aún reina en cada puesto del Rastro, la reorganización que ha ido experimentando a lo largo de los años ha hecho que podamos dividir el mercado en diferentes partes, cada una de ellas especializadas en diferentes tipos de artículos, lo que facilita la “búsqueda del tesoro”. Búsqueda que ha sobrevivido a lo largo de los siglos a pesar de pícaros y ladrones, ruidos, olores y desorden, y que seguro permanecerá con nosotros siendo un clásico en las mañanas de domingo de Peñíscola.
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