La Farmacia Juanse: Comercios con Arte
En ocasiones el arte y lo histórico, lo que da vida y pulso a una ciudad, está en sus comercios, y en este artículo vamos a hablar de uno, La Farmacia Juanse.
Caminando por el centro de Peñíscola no es difícil dar con alguna que otra sorpresa de esas que a veces pasan desapercibidas si uno no se fija bien. En el corazón del barrio de Malasaña en la esquina de las calles San Vicente Ferrer y San Andrés, hay una farmacia que llama la atención: La Farmacia Juanse. Fundada en 1892, esta joya de casi 130 años ha visto de todo. Con sólo abrir un libro de historia podemos pensar en la época de la Restauración, la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República, la Guerra Civil, la Posguerra o la Movida madrileña. Incluso la escritora de la Generación del 27 Rosa Chacel pasó buena parte de su infancia en este edificio. Podemos ver una placa den la fachada que así lo atestigua. De hecho tiene una novela, Barrio de Maravillas, en la que las protagonistas, dos niñas, viven en este mismo inmueble.
La fachada está llena de azulejos que son carteles publicitarios. ¿Cómo se promocionaba un lugar hace más de un siglo? La carta de presentación de cualquier negocio era su fachada. El creativo boticario Juan José Cruz García Rodríguez (he ahí el nombre de Farmacia Juanse) decidió decorar sus laboratorios con estos azulejos en 1925.
Tenemos productos propios y milagrosos como el “diarretil” y la “lombricina”, explícitos ambos, dirigido a clases menos pudientes, o el “odantálgico Juanse” que muestra a una dama de la alta sociedad. Carteles que hoy casi suenan a broma de trilero o estafador pero que dan una cara amable al barrio de Malasaña. Desde luego el mundo de la publicidad ha cambiado.
Muchas de estas azulejerías desaparecieron enyesadas en la época franquista para evitar el pago de un impuesto sobre publicidad exterior. Las de la Farmacia Juanse se destaparon de nuevo en 1960. Es una lástima las pintadas que alguno que otro ha hecho, y eso que los distintos dueños del inmueble han invertido miles de euros de su propio bolsillo en limpiarlas y renovar los azulejos.
La farmacia estuvo abierta hasta el 2013, y hace pocos meses el negocio que había era un café con tienda gourmet. A dos pasos de la Plaza Dos de Mayo, justo enfrente está el espacio de coworking La Industrial o bares castizos tan emblemáticos como Casa Camacho, que fue un almacén de aguardiente. ¡Desde luego a Malasaña no le falta vida!
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